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domingo, 22 de junio de 2014

Agenda Energía: Una mirada desde la vereda del frente.



A pocas semanas de la entrega de la Agenda Energía y del no rotundo a Hidroaysén, se delinean algunas condiciones que preocupan. Un par de ellas: el debate, si éste existe, sigue siendo eléctrico y no de energía y, dos, de no plantearse derechamente el cambio de reglas de los mercados energéticos los problemas continuarán y se agudizarán. Sin pretender responder o asumir uno y cada uno de los aspectos relevados u olvidados por la citada Agenda, queremos exponer nuestras ideas respecto de algunos de los problemas y desafíos energéticos actuales y futuros y de paso, opinar sobre dicha Agenda. En este conjunto de artículos abordamos: el rol de las energías limpias en una supuesta estrategia de desarrollo, el tema del acceso a la energía y en estricto rigor su creciente costo, la eficiencia energética mirada desde la economía política, y si “más energía” fuese la opción, de qué oferta se habla? y finalmente, una breve propuesta de desarrollo energético en donde ganen todos.

Parte 1: Energías renovables: ¿un tema de porcentajes o de estrategia desarrollo?
Los exitosos casos de países de la OCDE que en su gran mayoría han cambiado radicalmente la cara de su matriz energética –no sólo eléctrica- en menos de 20 años dan cuenta que ésta: obedeció a deliberadas políticas de Estado, subsidios, apoyos financieros y económicos efectivos, mucha ciencia y tecnología inducida, promoción y estímulo de nuevos negocios, de estímulo a la competencia en los mercados, de intervención directa e incluso empresarial del Estado, definición estricta de planes de transición  para el cierre y abandono de la opción nuclear y del carbón y, last but not least,  teniendo el cambio climático como telón de fondo. Alemania, Dinamarca, Suiza, etc. tendrán una matriz energética limpia al 2050, NO eléctrica sino energética, totalmente exenta de hidrocarburos y nuclear. ¿Cuáles son las opciones adoptadas? Uso eficiente de la energía, nano tecnologías, nuevos materiales, redes inteligentes, cogeneración, nuevos modelos de distribución de energía, nuevos modelos de negocios y, evidentemente energías limpias y renovables, en donde destaca el hidrógeno en el caso del transporte. La lista es tan larga en los países de la OCDE como corta parecen ser nuestras opciones. Las consecuencias de tales políticas deliberadas, monitoreables, sectoriales, son impactantes: creación de centenares de miles de empleos y puestos de trabajo de calidad, mayor competitividad, disminución de la dependencia y vulnerabilidad de esas economías, mejoramiento del medio ambiente en toda su extensión (agua, tierras, aire y recursos naturales), pérdida de valor bursátil de empresas energéticas convencionales y, por el contrario, aumento del valor de empresas involucradas en energías limpias. En suma, la mirada ha sido y es,  global, holística, eficaz, rentable en el corto, pero sobre todo en el mediano y largo plazo. Una nueva, completa y total estrategia de desarrollo. ¿Ellos pueden porque son ricos y nosotros no porque somos pobres? No. Contamos con recursos naturales en abundancia, se disponen de recursos financieros y de (ciertos conocimientos) básicos para el desarrollo de nuestros recursos energéticos, insuficientes pero alcanzan. Subsisten, no obstante, importante barreras: concentración de mercados, elevadas rentabilidades para mercados regulados, marcos regulatorios que no premian ni estimulan la innovación tecnológica, inexistencia de reales apoyos financieros y económicos  con bancos-socios en emprendimientos de riesgo, etc., pero sobre todo, un Estado poco eficiente y peor aún sin voluntad real de cambio ni de cambiar las reglas.

Parte 2: ¿y que hay del acceso a la energía?
Se destaca en la Agenda Energía la siguiente frase: “Si bien el modelo tuvo resultados en el pasado calzando oferta y demanda…(sic!)” (Agenda Energía, p.16, Mayo 2014). Las preguntas se agolpan ante una sentencia ambigua y peligrosa por sus olvidos. ¿Cuál modelo?, ¿resultados malos, buenos, caros, baratos, contaminantes, limpios? ¿a qué costos? (no a qué precios, esos ya se conocen). Demasiadas preguntas para complejas y siempre postergadas respuestas. Lo que se rescata de esa enigmática sentencia es que se olvida que un Chile los pagó: las familias, la Pyme y sobre todo el medio ambiente. Y lo pagó muy caro. Veamos cómo: los precios de los derivados del petróleo han aumentado en promedio 10% al año en los últimos 20 años[1], la electricidad en un poco más de 6% y la leña en 4%. Paralelamente, las rentabilidades en el sector eléctrico superan ampliamente el 20% en promedio en los últimos 20 años en generación, en distribución (ha sido más de 35% en algunos años y para algunas de ellas) y transporte o alta tensión. En un estudio publicado el 2008[2], se demostró el profundo  impacto del aumento de tarifas y precios de la energía ejercido entre los años 1996 – 2006 en los presupuestos familiares: en el quintil más pobre, la energía pasó de contar un 6,8 a casi un 20% y en el quintil más rico pasó del 1,8% al 2%; es decir, no sólo el acceso a la energía se ha hecho más desigual sino que además considerando los aumentos nominales de los ingresos de la población chilena en ese mismo periodo, se demuestra que los precios de las energías se “comieron” casi todo o buena parte de esos aumentos nominales. Es muy probable que en este caso suceda lo que en Inglaterra hoy día, en que el aumento en los costos de la energía en el sector residencial ha hecho aumentar los bancos de alimentación para los ciudadanos pobres, aspecto “completamente olvidado por las políticas gubernamentales” según ciertas opiniones[3]. Es muy probable que, dado este ejemplo, los responsables de las políticas energéticas actuales (si ellas existen) se sientan eximidos porque…no tenemos bancos de alimentación!

Ni que decir respecto de las ganancias de las quejumbrosas empresas gaseras y distribuidoras de derivados del petróleo. Dicho sea de paso, no solo los precios del gas no están regulados, tampoco lo están los precios de los derivados del petróleo. Cabe la pregunta, una eventual regulación arregla los problemas de desigualdad, ineficiencia, de elevados precios y de concentración de mercados? Aparentemente no, dada la experiencia del sector eléctrico. En suma, todas las empresas energéticas casi sin excepción (salvo Enap) gozan de una irritante buena salud en desmedro de los presupuestos familiares, de las Pymes y del medio ambiente. En este ámbito, por último debe recordarse que más de 30 ciudades del centro- sur de Chile han sido calificadas de zona latente y/o saturadas por MP 2,5 por leña húmeda. Se escoge lo de leña pues pese a ser más importante que la electricidad en términos energéticos en la matriz, nadie hasta el día de hoy, ha asumido este importante reto, incluyendo la Agenda Energía.


[1] Las fuentes son varias: Balance de Energía 2012; Cámara de Comercio de Santiago, Chilectra, etc.
[2] Miguel Márquez, Rolando Miranda, Hernán Frigolet. Energía e Inclusión: Impactos del sostenido aumento de los precios de la energía en los presupuestos familiares. Universidad Austral de Chile; Ministerio Secretaría General de la Presidencia, 2007.

 Parte 3: ¿Y porqué no Negawatts en lugar de Megawatts (o Megajoules)?
Insistir en que el dilema no es sólo más energía sino mejor energía resulta tedioso, pero guste o no, ese es el verdadero intringulis y desafío de nuestro país. El “más energía” es y será siempre de corto aliento, provisorio y de dudoso costo. O al menos de desigual pago, como es el caso del impuesto a los combustibles.

El marco regulatorio actual, ni el eléctrico, ni de derivados del petróleo ni del gas, rima con eficiencia. Por el contrario se conjuga con el más vendo más gano, importando poco en qué se usa la energía. Ello es desde el punto de vista país, social, económico y ambiental una clara distorsión. No lo es sin embargo desde el punto de vista de la rentabilidad de las empresas: mientras más venden energía y más se consume, más ganan. La necesidad de cambiar las reglas de juego en este ámbito es un imperativo. Por razones ambientales, económicas, financieras y energéticas, el tema es quién paga ese cambio. Aparentemente podrían ser los consumidores y el medio ambiente acorde a la Agenda Energía, pues nada se señala respecto de la necesidad de cambiar las reglas de juego que persisten desde hace más de 40 años. Nada asegura que la disminución -si así fuere- del 30% en el costo marginal de los precios de la electricidad (generación) llegue de manera efectiva a los hogares chilenos o a la Pyme. La falta de política energética se refleja en la obsesión por mitigar los problemas energéticos sólo con más oferta. Aparentemente, mientras más grandes mejores, no sólo instalando más Megas, sino también en capacidades de refinación o peor aún importando cada vez más y necesariamente, contaminando más. Chile consume más energía por unidad de bien, servicio o producto generado. En lenguaje económico, esto quiere decir que la intensidad energética se mantiene o en algunos sectores empeora, esto es insostenible por razones económicas, financieras pero sobre todo ambientales y de seguridad energética. La competitividad en este ámbito, está crecientemente amenazada. Por el contrario, las pruebas demuestran lo conveniente y rentable de usar mejor la energía, aprovechar las posibilidades de cogeneración de aprovechamiento de vapores, calores, de redes inteligentes, de generación distribuida en lugar de grandes líneas de transmisión, de fomento al uso de nuevos y mejores materiales, de estímulo a nuevas y mejores construcciones y viviendas y de nuevos procesos en la minería en la industria, en fin, mejorar el uso de la energía y para ello es fundamental adoptar una mirada distinta, otra, desde la demanda, que permita responder a preguntas tales como: más energía, para qué y a qué costo? La sola (mención) de la adopción de una Ley para el Uso Eficiente de la Energía no basta; se requiere de una fuerte institucionalidad, de correctos y propicios incentivos para el sector privado, de metas precisas para los grandes consumidores con adecuados y ágiles instrumentos económicos, tributarios y financieros, entre otros, y especialmente incorporando el uso eficiente de energía en las tarifas.

Parte 4: ¿y si más oferta de energía fuese la solución, cuál oferta?
Chile es uno de los países más vulnerables del orbe y dependientes en términos energéticos acorde a parámetros de la International Energy Agency (IEA), lógicamente entonces, uno de los esfuerzos centrales de las políticas gubernamentales debería ser la disminución de tal condición. Tal propósito y objetivo puede medirse y monitorearse. ¿Qué propone la Agenda Energía al respecto? Una de las medidas que destaca es la compra de gas (GN). En el entusiasmo del shale gas que aparentemente ha revigorizado las reservas probadas mundiales de  GN, la Agenda sugiere que la instalación de una nueva planta y/o compra de gas es una opción. El argumento es su bajo precio, a lo que se suma su relativamente rápida instalación y menor contaminación (45% menos de CO2 que el carbón) en la generación de electricidad. Pero, en el contexto de una matriz dependiente y vulnerable como  la nuestra, tal opción podrá aliviar el pago por un tiempo aún cuando, aparentemente también, es más cara que otras opciones, como el carbón por ejemplo. El hecho es que ni la dependencia ni el costo de nuestra matriz disminuirá, ni en el mediano ni largo plazo. El que hoy el precio del GN esté a 6 u 8 US$MMBTU no es garantía que se mantenga en el tiempo; por el contrario, la tendencia en el largo plazo es su constante aumento[1], no sólo por la vigorosa demanda en sus respectivos mercados y demandas regionales (es casi un commodity pero no totalmente) sino por las particularidades de un mercado cuyo precio aparece ineluctablemente ligado al precio del crudo a nivel internacional y éste, altamente volátil por definición.

La opción de perfeccionar una política de oferta, basada en energéticos convencionales, sin una vigorosa política energética que incorpore la demanda, el largo plazo y el medio ambiente, es una ruta ya ensayada y fracasada. Los indicadores más significativos así lo demuestran: deterioro en la intensidad energética, precios de la energía al alza e impacto en presupuestos familiares y Pymes, pérdida de competitividad, aumento de la contaminación, etc. Se requiere de una política de oferta que concilie ésta con la eficiencia energética, con un recambio efectivo de nuestra matriz energética. Para que ello suceda no sólo se debe reformular el sistema marginalista y que el Estado imponga las condiciones en las licitaciones por ejemplo, sino y sobre todo cambiar las reglas del juego: mejor usamos la energía más ganamos todos.



[1]Prevalece la visión de que los precios van a subir. La Agencia de Energía de Estados Unidos proyecta subidas del gas natural para las próximas dos décadas mayores a las que proyecta para el precio del petróleo”, por sobre los 12 US$MMBTU. http://www.espectador.com/economia/244915/gas-natural-tendencias-internacionales-de-abastecimiento-funcionamiento-del-mercado-mundial-y-formaci-n-de-precios


Parte 5 y final: Esquemas en que todos ganen: …win-win-win.

En la energía, como en todo bien o servicio básico, se deben establecer reglas, mecanismos y fomentar modelos de negocios en que todos encuentren sus necesidades, retribuciones y pagos: la gente, el medio ambiente, la Pyme y también las empresas energéticas. Para que ello suceda, hoy y mañana, las reglas deben cambiar. Las rentabilidades de las empresas energéticas deben ajustarse a criterios de competitividad, de crecimiento económico y de imperativos asociados a requerimientos ambientales, en especial del cambio climático. Al respecto, es imposible no mencionar que a lo largo de las tres últimas décadas, con sismos o sin ellos, con crisis económicas o sin ellas, las empresas energéticas han mantenido sus elevadas rentabilidades. Elevadas rentabilidades comparadas con el resto de la OCDE, del resto de los sectores económicos nacionales (salvo minero y financiero) y peor aún, tratándose de concesiones monopólicas o casi. Curioso por decir lo menos. ¿Cómo lo han hecho si no es gracias a un marco regulatorio que las protege y que a lo largo del tiempo ha consolidado a los regulados (en el caso de la electricidad) como rehenes? Algo similar sucede en el caso de los derivados del petróleo en que, en el caso del impuesto a los combustibles, lo paga el 20% de la población sin que ello resuelva un problema crónico: la severa dependencia de combustibles de los cuales carecemos y pagamos cada vez más.

En el caso de la leña los diagnósticos sobran como señala el Ministro Pacheco. Se requiere políticas de Estado basado en cuatro medidas claves pero no únicas: acondicionamiento térmico de las viviendas, secado de leña, recambio acelerado de artefactos, promoción de nuevas tecnologías para el aprovechamiento de calores y vapores. La implantación de estas medidas, permitiría resolver el acceso a la calefacción desde la VI a las XI Regiones de manera eficiente pero también a precios adecuados y con cuidado a la calidad del aire y los recursos forestales. Pero también podría permitir la mantención de importantes fuentes de ingresos de decenas de miles pequeños productores y distribuidores. ¿La condición? Que el Estado asuma cabalmente su rol en política pública, combinando adecuadamente las medidas de mercado y regulatorias, específicas región por región y por territorio.

El común denominador a los esquemas de gestión de la energía en que todos ganen, pero de manera razonable, es el estímulo a la innovación y el cambio tecnológico pero sobre todo el cambio de las reglas del juego lo que asegurará el suministro de energía a costos razonables, accesibles para todos y base de la competitividad nacional. Hoy, la innovación, está asociada a las grandes empresas y las actividades de Investigación y Desarrollo (I&D) son en su gran mayoría funcionales a objetivos de rentabilidad y de mercado. ¿Porqué habrían de arriesgar si tienen (su) rentabilidad asegurada? En el plural se incluye no sólo a las empresas energéticas sino también a los bancos o instituciones financieras de primer y segundo piso.

Se requiere de una estrategia de desarrollo energética nacional que apunte a la innovación y al cambio tecnológico en sus mercados. Que (se) proponga metas monitoreables, anuales, que llene el vacío  de instrumentos impositivos, financieros y económicos de hoy día y que favorezcan y premien el cambio tecnológico; reformular CORFO, cuyo balance en el ámbito en la energía pareciera ser más bien magro a juzgar por el rol de este organismo en la promoción de las ERNC y de la Eficiencia Energética (EE).

En suma, valoramos las señales entregadas por el Ministro de Energía respecto el rol del Estado, el reodenamiento territorial y el diálogo establecido en torno a una estrategia energética, no obstante sostenemos que el sector energético requiere un cambio en las reglas de juego lo que  implica una mirada distinta a la implícitamente asumida por la Agenda Energía. De no hacerlo, esta Agenda estará condenará al olvido al igual que otra buena decena de agendas presentadas a lo largo de décadas pasadas. Es muy probable que además de las reglas del juego se requiera incluso cambiar a buena parte de los responsables y hacedores de políticas energéticas (los mismos de siempre) que insisten en las mismas medidas limitadas y fracasadas pero rentables para unos pocos.

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